De nuevo, una vez aquí, la escabiosis te atacó con una virulencia insaciable y te dejó las manos, pobrecillo mío, en carne viva. Yo no hago más que pensar desde cuando debías llevar este bicho en el cuerpo y cuan profundas debían ser las cavidades que en la piel te hicieron. Cada mañana tu abuela ha venido verte y se estremece sólo de pensar en qué estado llegarán a hacerse mayores, pobres niños, algunos de los que fueron tus compañeros, que crecerán hacinados en hospicios sin recibir el tratamiento adecuado. Espero que al destino y la fuerza los ayude.
Y
martes, 19 de mayo de 2009
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